Los carboneros artesanales confiesan que están cansados de correr y esconderse de la Policía y de la clandestinidad en la que ejercen el oficio. Desde que las autoridades ambientales empezaron a ejercer vigilancia sobre las quemas viven con miedo. En ocasiones, cuando sienten la presencia de las autoridades, cambian de lote y de localidad, pero el humo los delata y los vecinos afectados por el olor alertan a las autoridades.
En la cadena de fabricación de carbón artesanal, que comienza con la recolección de la madera y termina con la venta de los bultos de carbón, hay pistas que permiten hacer cuentas. Liliana una carbonera explica que todos los días, entre 5 y 7 de la mañana, unas 50 camionetas salen de cada localidad a recorrer las zonas donde hay carpinterías. Van de negocio en negocio recogiendo los desechos de madera hasta que llenan el vehículo. Cada una carga unas tres toneladas. En total pueden ser unas 450 o 500 toneladas al día. A eso de las 3 o 4 de la tarde llegan a los lotes donde se hacen las quemas.


















